lunes, 24 de diciembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. EN EL CHINO














HÉCTOR (pensando al entrar en el restaurante):
Querías cenar pronto. ¿Quién va a cenar a las nueve de la noche? Por eso está vacío. Ahora no nos queda otra que hablar. Cuéntame algo, ¿cómo van las cosas?
Yo sólo quería cenar esta noche contigo para estar a tu lado y no tener que hablar nada de esas cosas, de hablar sólo de nosotros y de decirnos lo que pensamos y lo que sentimos cuando estamos juntos y cuando no estamos y nos echamos de menos, y qué cosas podemos hacer para vivir juntos o si merecerá la pena, o si sólo será una utopía. Tienes que decirme cuánto me quieres y todas esas cosas.

Esto no es un culebrón, es verdad, sé que suena apocalíptico pero te aseguro que no lo es. Se trata de impaciencia.

NURIA: Los restaurantes chinos certifican la soledad de las parejas. Arrinconadas, como nosotros,  mirándose a través de las cortinas color crema: decorado inhóspito.

H: Pues a mi me gustan todos esos dragones dorados y los peces de colores y esa música tan sexy, me transporta a la China mandarina.

N: Todo en ellos incita al aburrimiento, a la incomunicación, ¿no ves que nos lo ponen en bandeja?, ¿qué es lo que tienen los chinos?

H: Pues podíamos haber ido a una sidrería, ahí si que hay ruido y comunicación y humanidad para dar y tomar.

N: ¿Por qué siguen atrayendo a la gente?, no lo entiendo, están acabados. Encima luego te duele el estómago.

H: La verdad es que antes íbamos mucho más a los chinos, era lo único distinto que había, además de los cines. Ahora ya están muy vistos y su comida se repite tanto como las lentejas de mi madre. Preferimos cosas más exóticas como los indios o los mejicanos.

N: Venimos porque son baratos o porque están las veinticuatro horas abiertos y no son más que las nueve de la noche y en este país es imposible cenar antes de las diez.

H: Venimos porque aún tienes la esperanza de lo inusual, de la aventura, como cuando encendemos la televisión esperando una película genial aunque sabemos de sobra que no habrá nada que ver.

N: Ah… ya, como esas parejas primerizas que se casan, sobre todo, porque tienen ganas de ir a un resort de República Dominicana a que les pongan una pulsera en la muñeca.

H: Bueno, o como los cruceros de vacaciones en el mar, donde van los de cuarenta a disfrazarse de Roger Moore y Raquel Welch, para bajar a cenar con el capitán y una copita de champán.

N: ¿Entonces por qué tenías tanta prisa?, ¿qué querías decirme que era tan urgente?

H: No era nada, sólo era que te echaba de menos como un tonto, era la primera vez que nos separábamos más de una semana.

N: Y querías decírmelo en este marco incomparable.

H: No te quejes que sé que te gustan los rollitos de primavera y el arroz tres delicias y, sobre todo, las gambas. Sólo era una excusa para que hablásemos de nosotros, tranquilos, sin las prisas del horario.

N: Así que se trata del futuro, de nuestro futuro, de la posibilidad de vivir juntos.

H: Vaya, podías esperar a los postres, se ve que no leíste las normas del buen comensal.

N: Ya sabes que no me gustan los rodeos, especialmente cuando sé que hay una conversación pendiente.

H: Pero también sabes que me pongo nervioso y me siento acosado cuando me encaras así.

N: Lo hago en broma porque sé que para ti es peor que el examen de conducir.

H: No, no pasa nada malo, es algo bueno, estamos juntos y seguimos, ¿no?

N: Relájate, podemos empezar sacando estadísticas y datos sociológicos. Índice de probabilidades de seguir juntos en cuatro años y cosas así.

H: Yo me pido las de Franco, que siempre salía que sí, que sí a todo.

N: Podemos empezar con la afinidad, porque, vamos a ver, ¿de qué signo del zodiaco eres? quiero saber si nuestros karmas son compatibles, si no mal asunto.

H: Yo soy tigre, pero tú tienes pinta de ser del año del mono loco o de la grulla asilvestrada.

N: Y qué me dices del feng shui, ¿por qué no pensarás colocar la cama mirando al sur, verdad? Eso da mala suerte.

H: Lo que pienso poner al sur es a ti, después de diez días sin vernos.

N: Lo que importa a esta altura de la vida es si tenemos cosas en común, cuantas más tengamos, mejor. Eso suma, no resta.

H: A mi me gustan los canarios.

N: Ya me lo habías dicho, no me importa, ves, soy tolerante, pero me niego a limpiar la jaula. Hablo de otras cosas en común.

H: No te preocupes, ahora los hay mecánicos. Me gusta oír la radio por toda la casa y no soporto ver la televisión.

N: Eso ya lo sabía. Hablo de futuro, ¿se trata de nuestro futuro juntos, no? ¿He dado en el clavo después de tanto misterio?

H: La cantonesa ya nos mira mal. ¿No crees que debemos leer la carta  y pedir el menú?

N: En estos restaurantes siempre pido lo mismo, no me gusta investigar precisamente aquí.

H: O sea que rollitos de primavera, arroz tres delicias y gambas con salsa agridulce, ¿o las prefieres con setas chinas y bambú?

N: Mejor con setas y bambú. Espero que no te guste este tipo de decoración kitsch porque si no, no tenemos afinidad, eso es básico.

H: Lo que tú quieras, pero me encantan los dragones, ¿no te acuerdas de mi camisa de dragones?  Hay cosas que tienen que ser como tienen que ser, y los chinos, chinos.

N: Vamos de lo general a lo particular, bien. Después de la decoración va la moda ¿te gusta como visto?

H: ¿Quién, tú?

N: Yo, sí.

H: Me encanta, el milagro de que seas incapaz de conjuntar nada.

N: Odio los conjuntos y los colores complementarios, lo sabes. Si no te va no hay nada más que hacer; somos caso perdido.

H: No, si me fascina, sobre todo cuando pones la blusa morada con la falda roja, sólo te faltan las coletas y el caballo a pintas.

N: Vives metido en un corsé.

H: Eso sí que me gusta, los corsés, pero ya veo que es una batalla perdida, tendré que limitarme a los conjuntos de algodón women secret.

N: ¿Te gustan las mujeres anuncio? entonces tampoco vamos muy lejos.

H: No, lo que me gustan son los anuncios con mujeres, sobre todo los de helados.

N: Las exigencias siempre a nosotras y mira cómo vas tú de ropa interior.

H: ¿Qué les pasa a mis calzoncillos de lunares? ¿Qué, acaso no estoy bien?

N: Son demasiado simples, ¿no quieres algo más novedoso?

H: Tengo unos de raso con sirenas.

N: Bueno, entonces dime la verdad. ¿Podemos plantearnos algo en común?, ¿lo dejamos como está, o lo dejamos para los fines de semana que estamos más descansados?

H: Pensé que esa fase ya estaba superada, que ahora íbamos a otro estadio, casi como brahmanes, que ya no éramos intocables.

N: Es justo lo que estoy planteando, déjate ya de chistes con acertijo.

H: Y bien ¿en tu casa o en la mía?

N: Es que tu casa está muy lejos.

H: Eso depende de dónde te coloques.

N: Además es húmeda ¿y si luego me da cistitis?

H: No te preocupes, conozco una solución mágica.

N: Veo que no hay acuerdo, pues como en el póquer, arrastro.

H: ¿Arrastras en qué, en picas o en bastos, o en corazones rojos?

N: No te veo muy animado con el cambio, no muestras interés.

H: Es que para bajar al mercado hace falta un fajo de billetes con una goma y yo me los olvide en el taquillón.

N: Podemos aplazar la propuesta y mientras pensar si merece la pena o si estamos mejor como ahora.

H: Lo que pasa es que yo no sé muy bien cómo estamos ahora, hoy aquí y mañana allí, como a salto de mata, como dice Rohmer en Cuento de invierno: hombre con dos casas, difícil de guardar.

N: Es lo normal, vivimos en el siglo XXI no el XV, trasiego constante, qué quieres… calma absoluta.

H: A mi no me lo tienes que contar, que mi abuela era vaqueira de alzada desde el neolítico.

N. Pues eso, no te vayas a apoltronar ahora, eso sí que no por favor, no lo aguantaría.

H: Bien, no sé qué me quieres decir con eso. Todo es más sencillo, sólo tienes que decirme si quieres que vivamos juntos o no, el resto son casualidades.

N: Casualidades con las que hay que contar. Si de mano no estás dispuesto, no hay nada que hacer.

H: Mi abuela era vaqueira pero la tuya me parece que era gallega, no puedes decirme sí o no y callar un poquitín y comer algo.

N. Yo digo que sí, pero me gustaría que fuera en mi casa, por las vistas.

H: ¿A las Vistillas te refieres?

N: No, al exterior, hablo de árboles y pájaros y perros que te hacen la vida una poco más llevadera, no me olvido de los canarios, tranquilo, hay gorriones a tutiplén.

H: Pero si en el portal de mi casa hay una pajarería, ¿no te gustaría peinar a los perros?

N: Ya es tarde, están recogiendo. Tenemos que irnos.

Y se fueron, se fueron lejos, no se sabe a dónde.

Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y Juan Carlos Suárez

miércoles, 12 de diciembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. HAZAÑAS BÉLICAS

















HÉCTOR: ¿Cómo llevas la semana, estarás como nunca sin mi?

NURIA: Yo puedo decir lo mismo.

H: ¿No echabas de menos la soledad? ¿O era la intimidad?

N: Era la individualidad. Es bueno estar sola de vez en cuando, así puedo comer lo que quiero a cualquier hora.

H: Debo de ser muy antiguo porque todavía no me acostumbro a hablar por teléfono.

N: Ya, prefieres hablar por whatsApp, yo a eso sí que no me acostumbro: fragmentos y más fragmentos de conversaciones entrecortadas.

H: Lo aprendí en las películas de indios y vaqueros con las señales de humo.

N: Además aprovecho para ver el lote de películas atrasadas.

H: Y para ver pelis porno, anda dime la verdad. Esas que dices que son de autora, tan modernas.

N: Es que detesto los guiones clónicos de las porno convencionales.

H: ¿Así que ves porno cuando no estoy.

N: ¿Te parece mal?

H: ¿Por qué no esperas a verlas conmigo?

N: Es lo que haces tú cuando yo no estoy.

H: ¿Qué dices?

N: Sí, me lo dijiste hace tiempo. No me importa. A mi también me gusta lo mismo que a ti.

H: ¿Te gusta el qué?
 
N: Ver porno,¿o crees que sólo es cosa de tíos?

H: Creo que quieres decir otra cosa.

N: No, quiero decir lo que estoy diciendo, no me líes.

H: ¿Qué tal ayer con Laura?

N: Bien, salimos por ahí.

H: Si, eso ya lo sé. ¿Por dónde?, ¿qué hicisteis?

N: Nada, tomamos una cerveza en La Mala y luego picamos algo en el mexicano.

H: ¿Y qué te contó, está más tranquila?

N: Va a adoptar un niño.

H: ¿Así que era eso?

N: ¿El qué?

H: Todo ese rollo, era por esto; porque tu amiga va a adoptar un niño. ¿Pero si no es capaz de tener una pareja cómo va a tener un niño? Cómo puede ser tan caprichosa.

N: Y para esto me llamas, parece que no tienes un buen día.

H: Todo está bien, no me noto nada.

N: Pues hay que ver cómo estás hoy, ¿Qué te pasó, noticias del pasado?

H: No sé qué haces ahí, ¿Por qué no viniste conmigo?

N: Salió así, no importa.

H: No hacía falta que vinieses a la comida familiar. Yo te juro que no pienso ir a la tuya.

N: Otra vez la familia. Tenía  cosas que hacer, necesitaba estar sola.

H: ¿No estuviste sola bastante tiempo?

N: Tenía que pensar qué hacer.

H: ¡Mierda! No me digas que tenemos que hablar.

N: No, es que no me viene la regla.

H: Entonces prefiero hablar. ¿No me dijiste que era imposible? Si acabas de ir a la ginecóloga y el DIU está a tope.

N: Esto es otra cosa.

H: ¿Qué cosa? no me asustes.

N: Quiero tener un hijo.

(SILENCIO)

N: ¿Estás ahí?

H: Me dijiste que no querías nada de niños.

N: No estoy segura, se me acaba el tiempo.

H: De qué tiempo hablas.

N: Del biológico; ahora o nunca.

H: Me parece perfecto, pero eso no es lo que habíamos hablado. Ahora no puedes venirme con esas.

N: ¡Vaya día, eh!

H: ¡Nuria, ya está bien, lo teníamos claro!

N: Lo he pensado mejor. Es la última oportunidad, ¿no te das cuenta?

H: Hace más de treinta años que sabes la edad que tienes.

N: No, hombre… sólo era una prueba. Quería saber si tu rollo anti baby era una pose y sólo esperabas a casarte conmigo para dejarme embarazada.

H: ¡Serás burra! y encima tenías que hacer esta broma por teléfono.

N: Para conocerte mejor.

H: Como el lobo a Caperucita. ¿Y esta bobada, por qué es? ¿Saliste con alguna de esas amigas tuyas?

N: ¿Qué les pasa a mis amigas?

H: Vale, vamos a dejarlo.

N: ¿Por qué estuviste todo el día sin llamarme, no ves que podía estar preocupada?

H: Ahora resulta que la chica dura estaba preocupada.

N: Habíamos quedado en que llamarías, sólo es eso.

H: No soporto tener que adivinar lo que piensas ¿Dónde os enseñaron eso?

N: ¿Pero qué comiste hoy? Estás inaguantable.

H: No sé, ya son muchos días, estoy colgado.

N: Jolín, afloja un poco. No somos críos, esto tiene que ser otra cosa.

H: Suma cero, ya…

N: No sigas.

H: Eres algo muy importante, no estoy jugando.

N: Lo sé, pero a veces tengo miedo, no quiero volver a vivir cosas que pasaron.

H: A qué te refieres.

N: Olvídalo todo.

H: No es tan fácil.

N: Mañana ya estaremos juntos.

H: Es mejor que no vengas en coche ¿Por qué no vienes en tren? Te recojo en la estación, dejas las cosas en casa y nos vamos a cenar por ahí.

N: No tengo ni idea a qué hora acabaré en la clínica, además ya no debe de haber billetes.

H: Seguro que todavía hay, siempre ponen más trenes por el puente. Puedes venir leyendo o dormitando una película, si tienes suerte puede ser una de Walt Disney con un árbol gigante de navidad y renos volando por encima de los adosados.

N: Lo pienso.

H: De acuerdo, intenta dormir esta noche y mañana hacemos eso, conozco un restaurante chino que está muy bien. Seguro que nos reímos con los mensajes de los rollitos de primavera.

N: Bueno, ya sabes lo que pasa en estas fechas.

H: Sí, no hace falta que lo repitamos.

N: Tengo ganas de dormir y nada más, ayer no pegué ojo, te extraño.

H: Qué rápido nos acostumbramos a lo bueno, ya no recuerdo cuando no estabas.

N: Por eso tengo miedo, cuanto más valoras una cosa más miedo tienes a perderla.

H: Parecemos dos viejos. Vamos a colgar el teléfono y a meternos en la cama. Piensa que estamos juntos.

N: ¿Te acuerdas de aquella canción?

H: ¿Qué canción?

N: (Cantando)
Cuentos de hadas pasan por tu cabeza
mi amor es una guerra, ve con él
aunque estás lejos volvería a pensar en ti
comprobarás la vida no es un sueño, no lo es…


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

domingo, 9 de diciembre de 2012

CRÍTICA DE NURIA Y HÉCTOR EN AJIMEZ POR JAVIER ÁVILA

Crítica en ajimez arte

Imagen

Por Javier Ávila


Nuria y Héctor

Acometer un proyecto coral como el presentado en lloviendopiedras.com bajo el título de “Nuria y Héctor” requiere de una compenetración y unos modos en las tomas de decisión absolutamente abiertos, sin determinación de principio ni fin.

Un proyecto a seis manos es bastante inusual, sin tratarse de un cadáver exquisito, existe una correlación de objetivos y una predisposición de todas las partes a generar un relato personal y a la vez común, retrato de una realidad, la de todos.

A modo de conversación, casi como si de género epistolar se tratase, Héctor y Nuria van intercambiando pensamientos, opiniones, intuiciones, miradas sobre su mundo y, por extensión, sobre una actualidad propia y ajena. Reflexiones acerca de lo que les preocupa e inquieta, a ellos y a todos, lo que soñamos y esperamos, deseamos y tememos. Miedos expuestos sin tapujos, un modo de terapia, también de relación imposible.

Juan Carlos Suárez y Roxana Popelka proponen una suerte de acertijo en el que no queda claro quién es quién, a quien pertenecen las palabras, quién las lanza y quién las contesta. Provenientes de disciplinas diferentes, aunque próximas en sus intereses, Juan Carlos desde la Historia del Arte y la Crítica, Roxana desde la poesía experimental, generan una conjunción en sus modos de hacer que nos regalan momentos deliciosos, muestra de las posibilidades que su conversación brinda.

Natalia Pastor aporta las manos restantes en esta composición. En una prolongación de las obras que ha venido desarrollando en sus últimas series, donde realidad y dibujo se confunden entre forma y fondo, pone en escena imágenes a modo de autorretratos, aunque en muchos de ellos no existe esa intención de mostrarse a sí misma, más bien hace uso de esas imagen propias para retratar un mundo colectivo en un entorno no siempre amable. Sus ilustraciones completan el mosaico de esta pareja de tres en la que podemos identificarnos cualquiera de nosotros, y cuyas palabras podemos disfrutar desde www.lloviendopiedras.com.

domingo, 2 de diciembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. DESAYUNO CON DIAMANTES













Nos asomamos al centro de gestión del tráfico de la DGT: Buenos días, a esta hora dificultades en la N-6 en el Alto del León. Retenciones para el acceso a Madrid por la A-2

HÉCTOR: ¿Dormiste bien?

NURIA: Más o menos.

Desde el centro de pantallas del ayuntamiento de Madrid: Mucho tráfico en el Paseo de Santa María de la Cabeza hasta el puente de Praga

N: ¿Tuviste frío esta noche?

H: Lo que tuve son pesadillas. Cerraste la puerta  y  no me entraba el aire, así no duermo bien; falta oxígeno al cerebro.

Accesos a la M-30 por Méndez Álvaro

N: Pesadillas, como cuáles ¿por ejemplo que te llaman de la secretaría de la Facultad para decirte que todo es mentira, que la expedición del título fue un error y en realidad te faltan seis asignaturas para terminar la carrera?

H: No digas eso ni de broma.

Prolongación O´Donnell

N: Pues esa es una de mis pesadillas recurrentes últimamente.

Entrada por Sinesio Delgado

H: Y cuáles son las otras.

N: Cuando vuelvo a ver Misery.

H: Ya, te da por soñar que te atan a la pata de una cama, por eso no veo películas de Stephen King más de dos veces seguidas. Yo en cambio soñé que estaba en una orgía con tres brujas, nos revolcábamos entre cadáveres desnudos y, entre polvo y polvo, ellas nos iban comiendo crudos. Tengo que dejar de leer a Houllebecq.

N: ¿Probaste a practicar deporte?

H: ¿Para evitar las pesadillas?

N: He leído que la fase REM es muy profunda cuando
estás cansado.

H: No sé si funcionará conmigo, nunca tengo sueño.

N: Quieres decir que no vas a probar a ir al gimnasio.

H: Me aburre ver tantos bíceps; pienso que estoy en la cola de la carnicería y, además, lo de sangre, sudor y lágrimas lo dejo para cuando doy clase.
                    
N: Vaya, estaba pensando en regalarte unas mancuernas de tres kg para Navidad.

H: Mejor lo olvidas y me compras otra cosa de tres kg.
¿Quieres un zumo?

N: No, que todavía están agrias las naranjas, prefiero un tomate de esos ecológicos que traje ayer.

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H: ¿Vas a llevar el coche? Parece que no hay mucho tráfico hoy, y mañana habrá huelga en el metro.

N: Iré en metro, así aprovecho y leo; estoy terminando un libro de Monterroso.

H: Pues como sea el del dinosaurio tendrás poco que leer. Siempre pensé que ese cuento lo sacó de La máquina del tiempo de Wells.

N: En el metro todos tenemos la cara amarilla, sólo nos falta hacer taichí antes de entrar a trabajar, como en China. Tal vez iríamos más contentos.

H: Pero en China no duermen debajo del mostrador como hacían los emigrantes asturianos en Madrid.

N: Peor, duermen en las peluquerías, de hecho viven en ellas.

Nieve en la Sierra de Madrid; la cota en los 800m de hasta 5cm. Nieblas y heladas
Mínimas de 2º llegando a los 7º bajo cero. En Buitrago -3º, en Navacerrada 5º bajo cero.
Son las 7 y 20 de la mañana

H: No hace falta mirar por la ventana porque ya sabes el día que va a hacer, con lo que a mi me gusta la lluvia, monotonía tras los cristales

Pues a mi me gusta cómo queda aquí la cita de Machado, no creo que parezca pedante ni cursi.

Haz lo que quieras, eres un cursi.

N: No me digas, menudo peñazo la lluvia y el cielo gris todos los días. Te dan ganas de cortarte las venas.

Litoral presenta perlas de la sabiduría popular: Quien de lentejas se alimenta mantiene el alma contenta.

H: ¿Te apetecen lentejas para comer?

N: Hoy mejor que no, prefiero algo más animado, en contraste con el entorno.

H: ¿Algo con dibujos? sopa de letras…

N: Ahora entiendo a los niños con los caprichos de los colores y texturas en la comida. Ya nos hemos acostumbrado a lo estoico, parecemos pastores.

H: Los pastores no tienen caprichos, sólo comen queso y pan; dicen que cuando se reúnen, oveja a la cazuela; es como un consejo de ministros.

N: Sólo nos falta el uniforme.

H: Estas fiestas creo que regalan, en el corte ingles o en arzobispado, no lo sé muy bien, chalecos de oveja para todos.

N: El aguinaldo, ¿es por lo de la extra, no?

H: La extra de julio era por matar rojos, pero la de Navidad era para que fueses con la barriga llena y la cara de idiota a misa del gallo. Este año no hay extra, así que habrá que quedarse en casa y a falta de Miliki reírse del Bobón.

N: El año se divide entre verano y navidad; es una ley física. ¿Qué vas a hacer en las vacaciones?

H: ¿Crees que es el momento de parlare di amore? Son las siete de la mañana, no estoy para pensar en nochebuenas y demás familias.

N: Yo voy a poner una película, e irme a dormir a las 22.00.

H: Pues más que una película será un corto del Gordo y el Flaco, porque vaya horas.

N: Es que empiezo a cenar a las 8. Cena europea para hacer la digestión.

H: A las 8 hay que ir por los bares, es el único día que invitan a una copa en todo el año. Y las madres tienen que realizarse en casa haciendo de esclavas.

N: Eso sí que no cambia en este país: las madres españolas en la gran noche metidas en la cocina desde las 10 de la mañana.

H: Bueno guapa, vamos a cambiar de tema que todavía falta y ya llegará el momento de deprimirse a gusto.

¿Problemas de erección? ¿Eyaculador precoz? Reconquista tu vida sexual. Sexo es vida

H: ¿Esto qué es, un teléfono de contactos o el teléfono de la esperanza?

N: ¡Me tienen frita los de los teléfonos! ¿Con cuál nos vamos a quedar? Es más difícil traducir sus tarifas que leer las hojas del té.

Un coche circula en dirección contraria durante 25km por la carretera de Zaragoza. El piloto se encontraba en tal estado de embriaguez que fue incapaz de realizar el control de alcoholemia

H: Sería Artur Mas, ya solo le falta ponerse los calzoncillos por encima de los pantalones y tirarse por el balcón.

N: Sí, es igual que Superman cayéndose del caballo.

La alcaldesa de Avilés dice sentirse triste y decepcionada tras conocer los números rojos de la Fundación Niemeyer de la que ella es vicepresidenta.

H: Pues al encargao del pufo lo ha fichado la alcaldesa de Madrid, que cada día se parece más a Raphael. Hay facturas por 300.000€ en copas.

N: Es increíble los políticos, ninguno se destruye, todos se transforman.
                    
H: Son como la peste, todo excrescencia.

N: ¿Así voy bien o me pongo más maquillaje?

H: A estas horas, vaya humor.

N: Pues la mayoría parece que va de fiesta.

H: Por qué hacéis eso, nunca lo he entendido.

N: Primero empiezas a verte ojerosa, luego demacrada, y así sucesivamente hasta que decides atajar por lo sano.

H: Y os convertís en la Serpiente emplumada. Tenían que prohibir ir a trabajar así.

N: ¿Así como?
                         
H: Como si para ir a trabajar tuvieseis que disfrazaros de árbol de navidad.

N: Yo no puedo detener el tiempo.

H: Ya, fastidia envejecer, ¿te imaginabas así de mayor?

N: Dices ojerosa y demacrada.

H: Y más cosas. Es el miedo a crecer.

N: O a parecer una señora si no me arreglo un poco.

H: Sólo te parecerás a tu madre.
Ayer no te oí entrar, ¿llegaste muy tarde?

N: Cuando llegué vi al vecino en el garaje, durmiendo en el coche.

H: ¡Qué dices! No me lo creo, si son la parejita feliz.


La conversación siguió rápida entre las tostadas de pan integral y los kiwis cortados a la mitad. El día empezaba con diamantes de frío y noticias de angustia. Nuestros héroes se hacían un poco más viejos sin que ya nada de eso les importase y sin que no tuviesen la certeza de que muchas cosas les habían hecho daño y de que no iban a dejar que este tiempo de perdición les rompiese.












Imágenes Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

domingo, 25 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. LA LISTA DE LA COMPRA

















No me gusta cuando la gente se viste para bajar al supermercado como si fueran a una boda
pues eso,
tampoco me gustan las bodas
ni morder el anzuelo
de las marcas blancas, qué es eso de las
marcas blancas
más liturgia,
más merchandising,
lo ponen todo perdido
con la cultura del tetrabrik


HÉCTOR: Pues yo disfrutaba cuando iba al carrefour los sábados por la mañana y veía a los de los adosados bajar a hacer las compras, ellas iban tan arregladas… como si fuesen a Eurovisión.

NURIA: Se imaginan que van de fiesta. El consumo, otro intento de unificarnos. Otra mentira, y ya van dos.

H: ¿De unificarnos en qué? En la miseria, porque ya me dirás tú lo que vamos a comprar en cuanto nos quiten el trabajo.

N: Pero nos igualan por abajo, qué listos.

H: Es que la gente sigue creyendo que son clases medias cuando lo que son es proletarios evangelizados.

N: Con ese rollo neomarxista creo que lo que realmente buscas es volver a tu barrio para dar clase de leninismo a la comunidad de vecinos.

H: Sí, seguro que creen que Lenin es el último nominado de gran hermano, además ya no dejan cantar en los chigres, ni hay serrín en el suelo.

N: Me gusta cuando alguien,
un chico, una señora, una niña, rompe sin querer una botella de cerveza y el líquido se desparrama por el pasillo de los congelados;
todo oliendo a cerveza y los zapatos se te pegan al
suelo.
Me gusta que el supermercado se convierta en una mueblería.

H: Ya sabia yo que tú eras un poco gochina. Es asquerosa la cerveza por el suelo, se ve que nunca trabajaste de camarera.

N: Cuando pienso en una escena de amor ¿sabes lo que me imagino? Una pareja por el pasillo de los cereales metiendo un paquete de arroz SOS en el carrito y besándose después, ¿A que es muy romántico?

H: Yo prefiero verles elegir condones, que si fresa que si limón, que si sabor del negro zumbón.

N: Supermercados como un auténtico psiquiátrico ampliado. Los construyen para que pierdas la noción del tiempo, entiendes de una vez por todas a Jack Nicholson.
Acabas desorientado, como en la vida.

H: Como pollo sin cabeza. Y en la cola de la charcutería cuando la mujer deja al marido solo para que compre un cuarto de jamón y otro de queso, y él se empieza a poner nervioso porque llega su turno y comienza a mirar a todos lados porque no sabe qué queso es, y cuando le pregunta el dependiente contesta que queso tranchetes.

N: Ir a comprar genera un subidón de adrenalina, si no ¿de qué tanto hilo musical? Lo tienen todo estudiado los psicólogos sociales: colores, envases, olores. Me siento como una cobaya. También cuando paso por una tienda de ropa y suena Justin Biber o Queen, te dan ganas de coger a la cajera por la cintura y empezar a bailar por las escaleras mecánicas en plan West side story.

H: Por desgracia la única música que ponen son los grandes éxitos de Benavente 92.

N: Me gusta coger una bolsa de patatas fritas y comerlas antes de llegar a la caja nº 2, y dejar en la cinta sólo la bolsa y ver la cara que pone la cajera.

H: Ahora por si fuera poco, te pregunta la cajera al salir que si quieres chocolate blanco, que si cerveza de malta y encima se mete en nuestra conversación sobre si preparo fabada o fabes con almejas. La próxima vez hablamos de sexo oral, a ver qué dice.

N: Antes, cuando estaba triste me acercaba a un hipermercado a ver si tenían cordones de zapatos.

H: ¿Para ahorcarte?

N: Buscaba unos más vistosos, simplemente eso, para mirarme los pies y verlos de colores. Tanto marrón y negro asusta.

H: Pues a mi no me gusta nada ver los pies de los demás, parecen potarros blancos.
Venga que se nos hace tarde, ¿trajiste la lista de la compra?

N: ¿De quién es la culpa de tanto consumo, de la tele, de las revistas, de Internet? porque a alguien hay que echarle la culpa, no.

H: La culpa no tiene novia.

N: ¿Sabes que el deseo de consumir es parecido a la pulsión sexual?

H: Pues a mí no se me levanta viendo los yogures.

N: Quieres probar cómo es estar con alguien y luego te entran ganas de cambiar.

H: Usar y tirar, como los pañales.

N: Sí, lo malo es cuando quieres descambiarlo, como ocurre a veces, rebuscas en el bolso y ¡horror! has perdido el ticket, ahora qué hago.

H: Pues te fastidias y aguantas con lo que tienes.

N: Por suerte en algunas tiendas lo canjean por vales, pero entonces viene el lío, el lío de elegir…

H: Pero qué problema tienes… primero coges una cosa; la usas y la tiras, y luego compras otra.

N: Y ahí ya te pierdes, es como en la selva: todo muy espeso.

H: ¿Por qué es espeso? porque las estanterías están llenas de cosas bonitas y las quieres todas y cuando consigues una, ves que tu amiga tiene otra y entonces quieres esa.

N: No, porque quieres todas las ventajas en un mismo producto y eso, lo reconozco, es imposible. Siempre hay algo defectuoso, no me digas por qué.

H: La coca-cola siempre es igual.

N: Ya, hablas de gustos universales, de globalización: lo que faltaba.

H: ¡Más global que Caín que mató a Abel por un plato de lentejas!

N: Yo prefiero algo más original. No me gusta lo que todos tienen.

H: Había una canción: Qué chica más original, tiene por novio a un orangután…

N: Es como si comieras todos los días el mismo menú.

H: Eso lo dijo el hermano de Ana Karenina, refiriéndose a las mujeres: “Ya sé que me dan bien de comer en casa y todos los días, pero a quién no le gusta salir a comer de vez en cuando a un buen restaurante y probar cosas distintas”.

N: Eso mismo pensamos las mujeres.

H: Pues hala, vete eligiendo los actimel que yo me voy a ver el partido a la sidrería.


Me gusta manosear las copas de los sujetadores en las tiendas de los chinos.
Me gusta entrar a esas mismas tiendas y salir sin comprar nada, o comprar una braga hortera por dos euros y usarla los domingos cuando no voy a trabajar.


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C

sábado, 17 de noviembre de 2012

NURIA Y HÉCTOR. EL BOSQUE















Como en los cuentos.
Había una vez un bosque donde
las niñas eran muy muy guapas y los niños algo más feos y pálidos y sobre todo, muy malos
y estaba presente
Pulgarcito
como una solución a la crisis.
El bosque de los suicidios, el ayuno integral.
Juan sin Miedo partiéndose de risa mirándolo todo detrás de un árbol hueco, y los gemelos del Fantasma de Canterville jugueteando  con unas manchas de sangre mientras su madre restriega con un buen detergente.


HÉCTOR: Pulgarcito como una solución a la crisis.

NURIA: ¿Y qué papel jugaría el tal Pulgarcito?

H: La necesidad de las clases dominantes de distinguirse. ¡Si es que vivimos en un país de súbditos!

N: Sí, pero en vez de reyes y princesas, dragones y mazmorras. Anda, cuéntame el relato de los manzanos y las raíces y los cristales para matar a los ratones de campo.

H: Y a los de ciudad porque también se ponían cristales sobre los muros que rodeaban las casas. Cuando abría una poza, metía abajo, entre el cucho, unas botellas de cristal y las rompía con la fesoria, es un remedio casero para que los malditos roedores no aniden en las raíces del árbol.

N: Hoy vivimos en ciudades con cristales sobre los muros. De pequeña pensaba que eran de plástico, que los ponían para ahuyentar al hombre del saco. Sabes, nunca vi a nadie con un saco, sólo al carbonero, pero eso fue hace tantos años.

H: ¿Y nunca viste a algún hombre con un saco lleno de gatitos para ir a tirarlos al río? Emitía un sonido extraño ese saco.

N: Felicidad Blanc, la madre de los Panero, cuenta que ella los metió en una caja, que era más fino que meterlos en un saco de arpillera. A la hora de morir también hay clases sociales.

H: Pero no creo que a los lindos gatitos les importase, como dijo el gran timonel señor x, lo fundamental es que cacen ratones.

N: Estoy harta de las pistas verdes; el que quiera hacer turismo rural que se meta en un bosque de verdad, en un hayedo y se deje de usar utillaje de Decathlon.

H: Hay a quien le gusta hacer el camino de Santiago por la carretera de Astorga a cuarenta grados al asfalto.

N: Eso es por el concepto de paraíso terrenal, que empiezan a coger carrerilla al salir de la N-630.

H: Hay una extraña idea del viaje, parece un viaje como competición, como si estuviesen jugando a la brisca. Todo lo miran igual, creen que Madrid va con ellos y que en todos los bares hay croquetas y calamares fritos.

N: Se colecciona haber estado en veinte capitales, si no, eres una piltrafa.

H: Yo conozco a una que este verano se inventó un viaje por Francia para el feisbuk, y lo hizo todo desde su casa de Monforte.

N: Habrá tantos así, que viajan de verdad para luego contarlo, porque desde que en España se instala la moda de los viajes baratos lo que importa es contar dónde estuviste, si no qué sentido tiene el viaje y las maletas de diseño.

H: El viaje; un objeto de consumo más, y mira que nos reíamos de los japoneses en los ochenta, que iban con sus cámaras haciéndose la foto delante de todos los sitios típicos y ahora resulta que el globo está lleno de españolitos sacando fotos delante de monumentos que nunca les importaron un huevo.

H: Mira esta planta, es belladona, ¿oíste hablar de ella? Es la que usaban las brujas en sus pociones mágicas. En Asturias siempre hubo brujas, la virgen de Covadonga, por ejemplo, era una de ellas.

N: A mi me interesan más las leyendas de Carlos Castaneda, qué quieres que te diga. Todas esas plantas alucinógenas, ese sí que es un viaje aunque sólo de ida.

H: El que me enseñó lo de la mandrágora y el estramonio era un masón que estaba flipao con los libros de Castaneda y sus viajes astrales. También cogía bonguis y se pillaba unos colocazos de miedo, después nos contaba que uno de ellos se tiro por la ventana porque quería volar.

N: Eso también me lo contaron a mi, era como una leyenda urbana.

H: En Norwegian Wood, la novela de Murakami ─Bosque noruego en japonés─ describe El bosque de los suicidas, un  mar de árboles al pie del Fujiyama, donde Naoko se cuelga de un árbol. Una vez al año los voluntarios penetran en el bosque dejando un rastro de cinta aislante, como Pulgarcito, para recoger los cadáveres, unos cien cada vez.

N: Nunca podré superar el miedo cuando estoy en una cabaña en la montaña y tengo que salir a mear; siempre la misma canción, pienso que van a venir y me van a succionar. La noche impone y más la asturiana sin estrellas.

H: Pues mi abuelo se guiaba por las estrellas para ir de romería, seguía a las Tres Marías, el cinturón de Orión.
La noche es más noche en el bosque, por eso surgen los cuentos a la luz del fuego.

N: Ahora a la luz del hormigón. Menos mal que existen los campings. Me encanta la cultura del camping. Reproduce el hogar, el fuego, las figuritas de Lladró… mientras los niños se socializan con los de otras nacionalidades: es lo mejor del verano.

H: Sobre todo la vasca y catalana, estaban llenos de ellos. A mí no me gustan, no soporto a las maris barriendo su casita todo el día y a los manolos con el vino con casera y el partido a todo volumen; como en La ardilla roja.

N: Aún así me gustan mucho los campings, es como estar metido en una película. Dentro de la tienda duermo de tirón, ya ves, uno de los pocos sitios, será por el runrún de los insectos o de los búhos, yo qué sé.

H: ¿Pero no dices que te da miedo la noche?

N: Pero en un camping no la sientes, además siempre puedes ir al baño, así oyes a las de quince venir de fiesta y contar la experiencia a su amiga que está meando en el váter; te partes de risa. Suelen contar historias trepidantes de tíos guapos que las persiguen. ¿Ves como al final los cuentos tienen sentido?

H: ¿Y no me puedes contar una historia trepidante de esas?

N: ¿De las de adolescentes enamoradas? Hay miles; que se lo hicieron con el súper machote de la discoteca, o cuando se arreglan frente al espejo y comprueban que se han olvidado el pintalabios…

H: Me suena un poco machista todo eso, pero bueno, sólo hay que ver a las ministras que tenemos.

N: ¿A qué te refieres?

H: A los ángeles de charlie de la moncloa, tontas ellas tonto él.

N: Es curiosa la adolescencia, preparándote para gustar; tu energía dirigida a agradar al otro.


¿Os imagináis perderos en el bosque?
Qué pensarías cuando pasasen las horas y cada vez fuese más de noche, seguro que empezarías a oír pasos y te acordarías del lobo o del de la motosierra. ¿No te contaron historias de niños que nunca volvieron?


Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C