sábado, 27 de septiembre de 2014

RESEÑA DE TAN LEJOS DE DIOS POR MIGUEL BAQUERO



Lunes, septiembre 22, 2014 
Baile del Sol, Tenerife, 2004. 110 pp. 9,36 €
 Por Miguel Baquero


Roxana Popelka (Gijón, 1966) hace literatura con las cosas pequeñas. Con los objetos, las palabras, los sentimientos que suele manejar la gente común, por lo general desechables y desde luego muy alejados de esas grandes sensaciones que, se supone, mueven cuentos y novelas. Para la asturiana, la vida, como titula uno de sus cuentos, «se compone y se descompone con pasmosa facilidad». La felicidad o la desgracia, la fortuna o la desesperación dependen de cosas muy pequeñas que, normalmente, están en manos de otros: del padre que se marcha, de repente, sin más explicaciones, y deja sola a la familia; del tipo que miente por instinto; incluso del bebé inocente que no para de llorar. En los cuentos de Popelka —que aspiran, como los buenos libros, no tanto, o no sólo, a entretener como a verter una visión sobre la vida—, los personajes, como quizás todos nosotros, carecen de una personalidad firme y rocosa, de un arraigo a la manera de los caracteres novelísticos antiguos: si nos podemos mirar en ellos no es con admiración, sino sintiéndonos iguales en su torpeza, en su desorientación, en sus dudas… Tipos que condicionan su vida, dando un giro busco a sus estudios, en función de un arranque emocional, de una discusión, o sencillamente de la posibilidad de aprovechar una beca en un país lejano, aunque no les interese demasiado el país ni la carrera. Gente como en “Una señora bien” o “Vuelo directo”, que ha llegado a lo que desde lejos puede verse como una cúspide, pero que en el fondo de sí presienten, saben, que la vida les ha llevado hasta allí como podría haberles llevado a cualquier otro sitio, al lado opuesto incluso. Aquel desorientado del colegio —pero no más que cualquiera de nosotros— convertido, de pronto, a los ojos de todos, en un triunfador; o aquella mujer bien acomodada a la que le gustaría sentir las miserias y el dolor, pero la firmeza sentimental al fin, de un artista...
«Así que a partir de ahora podía ocurrir cualquier cosa…»
Esta frase, tan sencilla, es la que marca el borde del barranco en el que parecen desarrollarse los cuentos de Popelka, siempre al filo de que, como en el famoso principio, el aletear de una mariposa en Brasil, un hecho por completo ajeno e incontrolable, lo desmorone todo, por más firme que parezca. Sucesos nimios como una mujer, o un hombre, con quien de pronto se encuentra la pareja; incluso algo tan cotidiano como una charla con la persona que tienes al lado, tu hijo o tu hija, que se supone dependen de ti pero que de pronto te muestran algo que siempre has ignorado.
Es formidable el breve cuento “El escultor”, la mujer que se desespera ante las dificultades para aprender de ese hijo que siempre ha soñado sería más inteligente que ella. Uno de los mejores cuentos que he leído desde hace tiempo. Un gran valor de los cuentos de Popelka es que en ellos la vida se pinta de manera tan difusa —como al fin y al cabo es—, sin que exista en ella una posición precisa en la que aposentarse, que incluso la postura ante un mismo hecho varía sin causa aparente. Y allí donde puede admirarse —“Presentación”— la entereza de una joven y el desprecio que siente hacia su padre, que las abandonó a su madre y a ella, en el siguiente cuento, “Tan lejos de Dios” parecida postura nos parece ruin y despreciable cuando, gratuitamente, una protagonista parecida le jode la vida al padre que se marchó de casa; en sólo diez páginas, el lector ha empatizado con el personaje supuestamente odioso y mira con desprecio a quien en principio debía admirar.
Ese cambio de punto de vista, de verdadera maestría literaria, prueba última de que en la vida no hay nada cierto y todos estamos tan lejos de Dios como de cualquier tipo de verdad inamovible, hace de este libro de Roxana Popelka un pequeño volumen digno de ser buscado por las bibliotecas, y encontrar luego un hueco para leerlo. Un libro en apariencia pequeño, como las sencillas cosas de las que se habla en él, pero con muy grandes destellos de calidad.

Blog literario: La tormenta en un vaso.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2014/09/tan-lejos-de-dios-roxana-popelka.html
 

viernes, 15 de agosto de 2014

CIUDAD 3 (TERCERA CIUDAD)




ciudad 3 (tercera ciudad)

mudanza número nueve ascensor schindler averiado
en el piso cuarto incluye servicio de portería recogida
de basura habitación propia

decías que detestabas transformarte en alguien así
¿así cómo?

equipado calefacción central dos terrazas 
sur-este sillas vacías un empotrado

en un tipo como papá convertido en un hombre de mediana
edad sobre los cincuentaicinco casado en segundas nupcias
con hijos de un matrimonio anterior dedicado a tiempo
completo
adivinas del tipo brownies los domingos

entra en casa tambaleando excitado    
se ilumina el pasillo
tú te escondes ahí mismo va cantando a lo Carlos Gardel  
(lo escuchamos levantados)

Ahora cuesta abajo en mi rodada
las ilusiones pasadas
ya no las puedo arrancar


Poema incuido en la antología Voces del Extremo, Madrid 2014 (próxima aparición).

miércoles, 21 de mayo de 2014

ESPERANDO EN MEDINA






El tren se detiene, los observo atentamente: un hombre y una mujer sentados en un banco. El banco de la estación, es el único, no hay otro. La estación se llama Medina, Medina del Campo. Son mayores, tienen ochenta años o más. Ella lleva un vestido de lunares (acaso su mejor vestido). Él, una camisa blanca abotonada hasta el cuello y una boina. Sujeta su bastón con una mano, con la otra se aferra al extremo del banco, como si fuera a caerse. Están ahí sentados esperando. Siempre a la misma hora. Al mismo tren. En él tendría que venir su hijo, pero su hijo no ha cogido nunca ese tren, ni lo cogerá. Tampoco vendrá en autobús, ni en coche. Su hijo no volverá nunca a Medina del Campo a ver a sus padres. Ellos no lo saben, no saben casi nada sobre él. Por eso todas las tardes, de lunes a viernes, acuden a la estación para ver si en el Talgo procedente de Alicante viene su hijo.



Yo conozco a su hijo. Sé quién es. He vivido con él, he comido con él. Sé que le gusta la carne bien hecha, odia el deporte y le gusta dormir hasta bien tarde, pero no puede porque tiene que madrugar; trabaja a turnos. Ahora ya no vivo con él. Estamos separados, fue una tontería pero estamos separados. Nos llevábamos bien. Habíamos comprado un piso de Protección Oficial con mucho esfuerzo. Nada de vacaciones. Él no se quejaba, yo tampoco. Llegué a tener hasta tres trabajos para poder pagar la hipoteca. Tenía trastocado el sueño. Por la noche, a las tres o las cuatro de la mañana, se despertaba, encendía la televisión y miraba cualquier cosa, tertulias o lo que fuera. A veces se dormía en el sofá y por la mañana lo encontraba encogido como si fuera un feto. Cuando vivíamos juntos solíamos ir a Medina. Aprovechábamos un puente, alguna fiesta patronal. 


En invierno hacía mucho frío. Sus padres nos dejaban la casa del pueblo. Él partía la leña y encendía la chimenea pero seguía haciendo frío. El calor se escapaba por las rendijas de las ventanas, por la ranura de la puerta. En verano entraban insectos; se colaban hasta el baño. Una vez arrojé un escarabajo verde por el wáter y logró sobrevivir hasta que tiré de la cadena y desapareció.

 Sus padres irán todas las tardes a la estación, se sentarán en el único banco del andén y esperarán a que llegue el tren. Su hijo no bajará nunca de ese tren porque su hijo se avergüenza de sus padres. Un día me lo dijo: mis padres son analfabetos, hacen ruido al comer, son una ruina, así que no quiero volver a verlos. Por eso sé que si algún día coge un tren no será para ir a Medina.


Relato publicado en el libro Tortugas Acuáticas. Baile del Sol, 2006.