La otra poesía
Mis vecinos, los del 7º C,
son huidizos y vergonzosos. Quisiera saludarlos amablemente por las mañanas, en
el ascensor, como hace todo el mundo, o encontrármelos en el portal cuando bajo
a tirar la basura. Pero nunca coincidimos. No siguen unas pautas regulares en
su vida cotidiana. Deben de salir por la chimenea vestidos de deshollinadores,
aunque no estemos en Navidad, ni en el cuento de Mary Popins. Todo eso da igual porque mis vecinos, aunque esquivos,
escuchan poesía fonética a altas horas de la madrugada. Los oigo a través de la
pared del salón mientras suena “variaciones del poema a Anna Blume”, de
Kurt Schwitters, o el sonido transgresor y experimental de Bartolomé Ferrando. Mis
vecinos son de esa clase de personas que defienden una visión más enriquecedora
de concebir la poesía y su papel en nuestra sociedad. Consideran que ésta debe
abrirse a su entorno más inmediato, y que debemos ampliar las fronteras de
nuestro conocimiento sin establecer un límite preestablecido; buscar en la
diferencia.
Después de la conmemoración
del día mundial de la poesía celebrado el pasado 21 de Marzo, mis vecinos me
han invitado a su casa. Han sacado de los estantes; libros, vídeos, música. Y
me han mostrado que existen otros poetas que no están en los libros de texto,
ni en las antologías. Son poetas visuales, fonéticos, etcétera. “Están ahí”,
han dicho. Y son muy valiosos aunque sean desconocidos y no ganen importantes
premios. Mis vecinos dicen que la búsqueda y la indagación debe convertirse en
el trabajo del verdadero poeta. Por eso hemos celebrado, a nuestra manera, el
día mundial de la otra poesía.
ROXANA POPELKA.